jueves, 8 de agosto de 2019


La danza ha sido mi oxígeno de vida, mi luz, dijo Gladiola Orozco ante jóvenes bailarines que llenaron el Foro La Caja

·   La maestra y coreógrafa participó en el conversatorio Andanza del programa Testimoniales que organiza el Centro de Producción de Danza Contemporánea

·   Compartió múltiples historias, anécdotas y recordó a personajes fundamentales que contribuyeron al desarrollo de la danza mexicana del siglo XX

A lo largo de más de medio siglo, la danza ha sido mi luz, mi razón y oxígeno de vida, aseguró la bailarina y coreógrafa Gladiola Orozco al participar en el conversatorio Andanza dentro del programa Testimoniales, que organiza el Centro de Producción de Danza Contemporánea (Ceprodac) del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL).
Acompañada de su colega, el bailarín y coreógrafo Marco Antonio Silva, dijo que su real despertar de primavera ocurrió a los 15 o 16 años, cuando por razones ideológicas su familia conocía al líder comunista Carlos Sánchez Cárdenas, en ese entonces esposo de la bailarina Guillermina Bravo.
La maestra e investigadora comentó que por el ambiente cultural que ahí reinaba, su vida se transformó y se enamoró de los ideales de la agrupación dancística. “Quiero gritar fuerte que ese encuentro fue mi invitación a volar y a ser lo que ahora soy”.
La precursora del coreodrama aseguró que la danza se convirtió en su pasión y en un reto sin fin, tan maravilloso y excepcional como arduo, “de ahí que la sede del Ballet Nacional de México fuera mi hogar y mi elección de vida y amor”.
La coreógrafa comentó que en esa época no había más que abrir bien los ojos, saber escuchar y tomar clases de danza, lo cual era lo máximo, pero hoy en día se requiere de un extenso entrenamiento. “En esos años se hacía lo que se podía”, bromeó con los estudiantes que llenaron el foro conocido como La Caja.
“Nuestra pasión por la danza tenía el corazón del universo, las estrellas del baile eran Josefina Lavalle, Guillermina Bravo, Carlos Gaona, Enrique Martínez y otros que provenían de la escuela de las hermanas Campobello, con conceptos todavía muy nacionalistas, hasta la trascendente llegada de la estadounidense Ana Sokolow y otras paisanas suyas”. 
Recordó diversos momentos de sus inicios en la danza en los años cincuenta, “cuando aprendí a colaborar en todo lo posible, desde hacer llamadas a dos calles del salón de clases para dar recados de Guillermina Bravo a diferentes personalidades culturales o políticas, hasta tomar clases de música y literatura con la escritora y dramaturga Luisa Josefina Hernández”.
Señaló que su deseo por aprender la llevó a tomar clases de ballet y así conoció a casi todos los miembros de la Academia de la Danza Mexicana. “En fin, aprendí a danzar, a hacer trámites, a vencer y no ceder, a convertirme en el brazo derecho de Guillermina Bravo”, reconoció la coreógrafa.
Después habló sobre su separación del Ballet.
Nacional para crear el Ballet Independiente, bajo la dirección de Raúl Flores Canelo y Fredy Romero como maestro. Posteriormente fundó el Ballet Teatro del Espacio, al lado de Michel Descombey, que dirigieron por más de 40 años, y cuya desaparición fue una de las etapas más difíciles de su vida.
Múltiples historias, anécdotas inolvidables, personajes fundamentales que contribuyeron al desarrollo de la danza mexicana del siglo XX, desfilaron por los recuerdos de Gladiola Orozco, entre ellos el maestro, bailarín y coreógrafo de origen estadounidense Xavier Francis y la maestra Carola Montiel.
Marco Antonio Silva, director del Ceprodac, expresó: “Le debo mucho a Gladiola Orozco porque apostó, confió y creyó en mí, en una época en que los varones no se dedicaban a la danza contemporánea”.

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